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Entregado el Premio de Periodismo Político ANTONIO FONTÁN a D. José María de Areilza y Carvajal. (24/10/2017) |
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El 18 de octubre de 2017 se ha entregado el premio de periodismo ANTONIO FONTÁN a Jose M. Areilza y Carvajal. El acto de la entrega tuvo lugar en el salón de actos e la Fundación Pastor, defendiendo los meritos del premiado el Excmo Don Iñigo Méndez de Vigo.
Inició la sesión el Catedrático Emérito Don José Luis Moralejo quien dio la bienvenida a los asistentes en nombre de la Fundación Pastor, lugar donde tradicionalmente se vienen entregando el premio. Tomó a continuación la palabra Don Antonio Fontán Meana para dar las gracias a los asistentes y concedió el turno de intervención al Ministro para que defendiese los méritos del premiado. |
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Tras la entrega del premio, el Sr. Areilza agradeció la distinción.
El texto de los discursos pronunciados es el siguiente.
Palabras del Ministro de Educación, Cultura y Deporte en la entrega del premio Antonio Fontán a José María de Areilza.
El poeta y político francés Alphonse de Lamartine dejó escrito que “la casualidad nos da casi siempre lo que nunca se nos hubiere ocurrido pedir”. Y así es como celebro hoy asistir a esta entrega del Premio de Periodismo Político Antonio Fontán a Don José María de Areilza, coincidiendo con la grave situación que atraviesa España en Cataluña, con el desafío a
la Constitución a la que tanto empeño dedicó Don Antonio.
De él podemos aprender infinidad de lecciones, en lo político, en lo cultural, también en lo personal. Sus biógrafos destacan al unísono su capacidad intelectual, inseparable de su amor a las letras, empapado siempre de una sublime e insaciable formación clásica.
Lo oportuno de este premio, que llega a su séptima edición, se entiende mejor si asumimos que política y periodismo quedaron unidos en su persona como la mejor manera de asumir, testimoniar y aprender la Historia.
Si la política es acción, el periodismo es taquígrafo que la registra y aún más, que la analiza, la interpreta y la sirve para aprendizaje posterior, como exhortación a las generaciones venideras.
Esas dos tensiones periodísticas, pero también políticas, quedaron reflejadas en las grandes revistas fundadas por Don Antonio: La Actualidad Española, Nuestro Tiempo, y Nueva Revista. Son las mismas inquietudes que constituyen la razón de ser de la Fundación Marqués de Guadalcanal que, por petición expresa en el testamento de Don Antonio y en lealtad al título concedido por S. M el Rey, continúa la promoción cultural que quiso llevar en vida. Una promoción plena de valores, sustentada en la libertad y el espíritu crítico, y con inevitable vocación de prevalencia en el mundo de la política y del periodismo.
En el marco de esa labor, la Fundación entrega el premio de Periodismo Político Antonio Fontán a Don José María de Areilza, titular de la cátedra Jean Monnet en ESADE, Doctor en Derecho por la Universidad de Harvard y miembro del Colegio de Abogados de Nueva York, entre otros muchos méritos y ocupaciones, gran parte de ellas vinculadas al derecho y la política de la Unión Europea, ámbito y pasión que compartimos.
Don José María Areilza y Don Antonio Fontán representan la continuidad generacional del más enriquecedor de los anhelos intelectuales aferrados al tiempo político que a cada uno le ha tocado vivir.
En su obituario de Don Antonio Fontán, el galardonado escribió que admiraba de él su “patriotismo y su lealtad a la Corona”, además de “su honradez, cultura, discreción y bondad”; y por supuesto “su profundo respeto a la libertad de cada persona”. Características y virtudes, todas ellas, que reconocemos también en la persona de Don José María Areilza y que me llevan estos días a meditar sobre la importancia de la lealtad política e institucional, de la necesidad de un patriotismo sereno y sincero, y del sentimiento monárquico que contribuye a la aglutinación de la sociedad, especialmente en tiempos de tribulación.
Con ocasión del referéndum sobre la Constitución Europea celebrado en España en 2005, Don José María Areilza afirmaba en una tribuna en El País que nuestro objetivo debía ser la “autocomprensión como europeos, a partir de las señas de identidad propuestas por la Constitución, del todo compatibles con las identidades nacionales, a las que el proceso de integración sigue reforzando”. Más tarde en su imprescindible obra Poder y derecho en la Unión Europea, añadía: “se trata de encajar ese nuevo poder europeo, legítimo, limitado y eficaz, y hacerlo plenamente compatible con las democracias nacionales, sujetas a su vez a los efectos beneficiosos de una disciplina jurídica y económica europea”.
En síntesis y observando el presente, tres son los valores que representa la Unión Europea y, por tanto, los países que la integran: defensa de los derechos humanos, seguridad jurídica y libertad de comercio; los tres inevitablemente enmarcados en el perímetro de nuestros sistemas democráticos.
Tres valores europeos fundamentales que junto al paraguas democrático, se están viendo gravemente amenazados en Cataluña, por la deriva secesionista e irresponsable de sus actuales dirigentes.
En pocas semanas y en medio de un delirante proceso de sesgo totalitario, más propio de otro siglo y de otro contexto, la Generalidad ha espantado a cientos de empresas por su amenaza al libre comercio, ha sembrado una suerte de inseguridad jurídica en todos los ámbitos de la comunidad autónoma, y ha puesto entre paréntesis la democracia y las libertades fundamentales que emanan de los Derechos Humanos, incluida la violación de las “elecciones auténticas” como expresión de la voluntad del pueblo, o el derecho a no ser discriminado por sus opiniones al amparo de la libertad de expresión.
Es decir, en esta espiral de negación de libertades y desacato de la legalidad, los responsables del proceso independentista han tratado de situar a Cataluña, a una parte fundamental de los españoles, fuera del amparo del sentido y de la ley de la Unión Europea. Y además han intentado engañar a los ciudadanos, afirmando que la Unión acogería a una Cataluña independiente, separada de España. De forma grotesca, pretenden barnizar de legalidad y de voluntad popular lo que es, al amparo de todas las legislaciones vigentes y del sentido común, un secuestro por la fuerza; un secuestro de libertades.
El pasado 9 de octubre, en entrevista en el diario El Mundo, el ex director general del Servicio Jurídico del Consejo de la UE, Jean-Claude Piris, afirmaba con clarividencia: “la Unión Europea no reconocería una declaración de independencia de Cataluña. Por razones obvias: por las leyes europeas, por el derecho internacional y el respeto al Estado Derecho (…) Si violas la Constitución de un Estado Miembro el resto tiene el deber de no reconocerte”.
Piris hacía también alusión a las cuantiosas aportaciones de España a la construcción de la actual Unión, y en particular, a un artículo del Tratado de la UE que tuve ocasión de proponer y que hoy está de máxima actualidad: “La Unión respetará las funciones esenciales del Estado, especialmente las que tienen por objeto garantizar su integridad territorial, mantener el orden público y salvaguardar la seguridad nacional”.
Regreso ahora a la obra de Areilza para resaltar las razones por las que ni el Gobierno de España ni la Unión Europea pueden admitir la sucesión de violaciones legales y también morales que pretenden imponer los secesionistas en Cataluña. Sin disciplina jurídica, sin el respeto a las democracias nacionales, sin la salvaguarda de la Constitución, no es posible Cataluña, no es posible España, ni es posible la Unión Europea.
La apuesta por la democracia en España supuso también la apuesta por Europa sustentada, al igual que nuestro país, en la unidad que reconoce la diversidad. Es la misma idea que subyace al primer lema nacional escogido por Estados Unidos en 1776: “E pluribus unum”.
En un texto firmado recientemente por varios miembros del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, entre los que se encuentra el propio Areilza, recogían la “grave amenaza” que suponía el referéndum “inconstitucional e ilegal” pretendido por el Govern de Cataluña. “Los proyectos de planes para un República independiente catalana no cumplen con los umbrales del Consejo de Europa para las democracias pluralista, la separación de poderes, el estado de derecho y la igualdad de derechos”.
Y me adhiero a una de las razones fundacionales de la Unión, que recordaban los firmantes de este comunicado: “la integración europea fue diseñada precisamente para superar la división y el trauma de la política nacionalista, de identidad”.
Pocos como Don Antonio Fontán representan el poder de la unión de los demócratas en la conquista de la paz, la concordia y la libertad.
Siendo uno de los firmantes de la Constitución y con numerosos artículos publicados sobre la Carta Magna y la importancia del consenso alcanzado en 1978, Don Antonio fue para muchos “el profesor”, y un profesor que abanderaba la educación en libertad. En este día en que tenemos la oportunidad de recordar su legado, su carisma didáctico representa la antítesis del inaceptable adoctrinamiento de menores que estamos viendo en algunas aulas en Cataluña. Nada más opuesto a la formación integral de nuestros jóvenes -y nada más peligroso- que la perversión de la función educativa por la cual, a costa de la libertad de pensamiento de los alumnos, se les impone casi como única razón de ser la idea del odio, del odio a España.
Queridos amigos,
En uno de sus célebres discursos, Jean Monnet –en cuya admiración coincidimos Don José María y yo-, recordaba que “la vida de las instituciones es más larga que la de los hombres”. Nuestra obligación es, por tanto, construirlas bien y protegerlas, para que puedan, en palabras de Monnet, “acumular y transmitir la sabiduría a las sucesivas generaciones”.
Nuestra prioridad ahora es lograr que Cataluña vuelva a la legalidad, que las instituciones vuelvan a la normalidad y puedan cumplir esa función porque, al fin y al cabo, en ellas está también garantizado el futuro de las próximas generaciones de españoles.
En La maison du Chat-qui-pelote el novelista francés Honoré de Balzac afirmaba que “en las grandes crises, el corazón se rompe o se curte”. Lo sabemos por nuestra propia historia: es natural que los estados tengan que enfrentarse a desafíos, en ocasiones autodestructivos, pero también sabemos que nuestro Estado Derecho existe precisamente para que prevalezca la ley que garantiza la libertad de todos los ciudadanos, especialmente en tiempos difíciles, cuando se ve amenazada por fantasmas totalitarios.
De modo que nuestro corazón, español y europeo, no va a romperse, ni van a quebrarse nuestra identidad y nuestros valores. Al contrario, saldrá curtido y reforzado si somos capaces de afrontar el reto inminente, agarrándonos con firmeza al espíritu de aquella Generación de la Transición a la que perteneció Don Antonio Fontán, y que desembocó en el consenso de la Constitución, que ha traído la mayor etapa de paz, libertad, prosperidad, y bienestar que ha conocido la historia de España. Un espíritu del que sin duda es fiel heredero Don José María de Areilza, como acredita su trayectoria y su obra, y como reconoce hoy tan oportunamente el galardón otorgado por la Fundación Marqués de Guadalcanal.
Concluyo con un deseo: que todos seamos partícipes de ese anhelo común de convivencia que unió a los españoles en 1978, para alumbrar otros cuarenta años de prosperidad. Que lo hagamos con serenidad y sentido común, porque -recogiendo palabras de Don Antonio Fontán en 1967- “no debe asustarnos el futuro”.
Enhorabuena y muchas gracias a todos,
ÍÑIGO MÉNDEZ DE VIGO y MONTOJO
MINISTRO DE EDUCACIÓN, CULTURA y DEPORTE Y PORTAVOZ DEL GOBIERNO
Palabras de José M. de Areilza Carvajal en el Premio Fontán, 18 de octubre, 2017:
Muchas gracias querido Ministro, querido Iñigo, por tus generosas palabras y también por el ejemplo que nos ofreces con tu larga trayectoria de servicio al bien común.
Muchas gracias al Patronato de la Fundación Marqués de Guadalcanal, representado aquí por su presidente, Antonio Fontán Meana, por esta distinción, que me pone a la cola de media docena de ilustrísimos premiados en las ediciones anteriores. Estar en compañía de personalidades tan destacadas como Javier Gomá, Ignacio Camacho, Mario Vargas Llosa, Valentí Puig, Esperanza Aguirre es un honor. Comparto con ellos muchas cosas –nada menos que un universo de ideas- y desde hoy todavía más. Don Antonio Fontán desde las páginas de Nueva Revista decía con buen humor que no había que premiar o ayudar a la oposición, bastante hay con atender a los nuestros.
El galardón que hoy recibo me lleva en primer lugar a homenajear a Don Antonio. El año que terminé mi carrera de Derecho y dejé de presidir la Asociación 1812, Estudiantes Liberales, me llamó para invitarme a formar parte del Consejo de Redacción de «Nueva Revista». Don Antonio no me conocía pero había trabajado con mis dos abuelos, José María de Areilza y Paco Fontanar, en la causa monárquica y confiaba que, además de heredar sus genes y apellidos, algo se me habría pegado de ellos. Desde entonces aprendí de don Antonio sin parar. Al recibir hoy este premio, y en estas horas difíciles para España, me emociona el recuerdo de su patriotismo y su lealtad a la Corona. Fue una de las grandes figuras del liberalismo ilustrado español. Hoy son más necesarias que nunca las aportaciones llenas de sabiduría y respeto como las que hizo a lo largo de su vida política. La huella de su generosidad, imaginación, arrojo y coraje civil sigue muy presente entre nosotros.
Este premio reconoce la defensa defensa de los valores de la libertad, la justicia, la igualdad, el pluralismo político, la soberanía nacional y la Monarquía parlamentaria.
Tal vez por ello algunos de ustedes me pueda preguntar, ¿que hace un europeísta como tu en un premio español como éste? Entiendo que en esta edición el jurado ha querido levantar la vista y mirar a Europa, algo que Don Antonio hacia continuamente. El contexto español es felizmente inseparable del tablero europeo y nos gobernamos en buena medida desde Bruselas.
Gracias a su incorporación a la aventura de la integración, España ha mutado de Estado nación en Estado miembro, una categoría política y constitucional nueva, desde la que tenemos que pensar los conceptos de representación y rendición de cuentas en la Unión, una democracia de democracias. Es necesario que la integración esté basada en democracias nacionales fuertes –solo así la democracia europea también lo será. Toca reinventarla, nueva utopia y renovar el significado del europeísmo. Oleada de nacionalismo y populismo, Patriotismo y europeísmo, Emmanuelle Macron.
La UE es esencial para resolver la crisis constitucional a la que nos ha llevado el secesionismo de la coalición independentista catalana. Contiene un verdadero régimen anti-secesión en sus normas, principios, valores. La idea de Europa es civilizatoria. La UE es el mejor proyecto político del siglo XX y reclama identidades colectivas abiertas y compatibles. Se basa en el encuentro con el otro, en el objetivo ético de unir personas, visión ética. Es un sueño cosmopolita, que rechaza a aquellos que quieren usar el poder con pulsiones totalitarias y una inspiración romántica trasnochada para crear comunidades químicamente puras.
Al recibir este Premio, quisiera expresar mi agradecimiento a mi familia: a mis padres, de quien he recibido mis valores, a mi mujer, María, con la que tengo la suerte de compartir mi vida. A Blanca, mi hija, encargada de dar cuerda a diario a nuestros corazones, y a Santi hijo -con diez años tiene el buen gusto de leer a diario en ABC a Ignacio Camacho y a Luis Ventoso, pero solo algunos viernes la columna de su padre.
A estos sumo un agradecimiento especial a Catalina Luca de Tena, Presidenta Editora de ABC, el gran periódico español que me honra invitándome a escribir semanalmente y del que soy consejero.
Termino con el agradecimiento a tres maestros y amigos:
Joseph Weiler, mi mentor desde que hice con él mi doctorado en Harvard, que me aconsejó un día “no te escondas detrás de las palabras”.
Javier Gomá, Premio Antonio Fontán, con el que me une una profunda amistad. Javier es el filósofo más importante de la España de hoy y su pensamiento lúcido y esperanzador me influye enormemente
Carlos Aragonés, un maestro paciente, minucioso, con el que comento y discuto mucho de lo que escribo, y gracias a él lo mejoro.
No puedo concluir estas palabras sin evocar ecuerdo de la figura de otro gigante como don Antonio, mi abuelo Areilza. A veces pienso que ser su homónimo fue lo que despertó mi vocación literaria. Fue un hombre polifacético y yo admiré desde muy pequeño de manera especial su faceta de escritor.Un día que le enseñé el borrador de uno de mis primeros artículos en ABC, cuando yo todavía era un estudiante universitario, lo leyó con gesto divertido y lo corrigió. Luego la expresión de su cara cambió y me dijo ¿no irás a publicarlo con tu nombre?
Mi abuelo me inculcó que eligiese la profesión que eligiese tenía que trabajar siempre por una España mejor. Hoy tengo la suerte de poder hacerlo a través de la escritura, como profesor en ESADE y articulista en ABC y Vocento.
Escribir es el andar del alma, decía el gran poeta José Antonio Muñoz Rojas en una carta al final de su vida. Y añadía: “No lo dejes, escribe y vuelve sobre lo escrito. Viértete en el papel. Lo que se guarda se pierde, lo que no se da no se tiene. El secreto es de la vida y del mundo. Del secreto, del misterio, vivimos, en él están nuestras raíces.” |
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