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PRESENTACION EN SEVILLA DEL LIBRO "DON ANTONIO FONTÁN PÉREZ. EL ESPÍRUTU DE LA POLÍTICA". (13/11/2013) |
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El pasado 11 de noviembre tuvo lugar en Sevilla, en la sede de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras, la presentación del libro escrito por D. Arturo Moreno Garcerán "Don antonio Fontán Pérez. El espíritu de la política".
Por su interés se reproduce a continuación el artículo publicado el día siguiente en el ABC de Sevilla, así como la conferencia que dió el autor. |
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ABC Sevilla 12-11-2013
Fernando Carrasco
ANTONIO FONTÁN, EL HUMANISTA QUE VIVIÓ DE MANERA PRIVILEGIADA LA MONARQUÍA
« El espíritu de la política Don Antonio Fontán Pérez.», del que es autor Arturo Moreno, fue presentado ayer en la sede de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras.
La obra, que «no es una biografía sino más bien un ensayo político», según Moreno, indaga y descubre aspectos de Antonio Fontán, «sevillano en el exilio», como lo definió el presentador del libro,Andrés Ollero, magistrado del Tribunal Constitucional. Profesor, político y periodista, su autor lo definió como «un sabio por laejemplaridad de su conducta y sus actos».
Quien fuera pieza clave en la transición española, primer presidente del Senado y fundador del diario «Madrid», entre otros muchos cargos y desempeños que tuvo a lo largo de su vida, «hizo política porque le gustaba y por un sentido del deber, a la par que hizo grandes aportaciones a la España democrática. Es decir, ejemplo de un hombre entregado a hacer el bien», refirió el autor.
De la obra, publicada por Ediciones Internacionales Universitarias y la Universidad Internacional de la Rioja, hablaron también la directora de Buenas Letras, Enriqueta Vila, y el vicerrector de la Unir, José Antonio Ibáñez-Martín.
Vila definió a Antonio Fontán como «un ilustre sevillano» que allí donde iba «defendía las Humanidades», siendo de la opinión de que entendía la política «al modo griego, esto es, como una forma de servir a la sociedad».
Por su parte, José Antonio Ibáñez-Martín destacó el hecho de que Antonio Fontán «no se encerrase en la búsqueda del poder» y alabó «su esfuerzo por conjugar su dedicación universitaria con sus quehaceres políticos y empresariales».
Igualmente, el vicerrector de la Unir, que recordó que ha sido esta Universidad quien promovió este libro, habló también del patriotismo de Antonio Fontán. «Siempre lo entendió como una forma de defender el bien de los españoles», a la par que «trabajó incansablemente por la construcción de la Monarquía, en la que creía firmemente».
La presentación de la obra por parte de Andrés Ollero sirvió para conocer otros aspectos de Antonio Fontán. Se sorprendía el presentador, que lo conoció muy bien, «cómo combinaba tantos aspectos en su personalidad». Dijo de él que fue «un sevillano en el exilio pero que el 15 de agosto estaba donde tenía que estar: viendo a la Virgen de los Reyes».
Fue presidente del Senado y ministro «y no preguntó aquello de qué hay de lo mío. No se permitía brindar consejos pero la gente se lo pedía», afirmó el presentador de la obra, quien resaltó de Fontán el hecho de que «vivió de manera privilegiada la Corona. Porque Antonio Fontán estaba convencido de la estabilidad de la Monarquía y se dedicó por completo a ella».
RESUMEN DE LA INTERVENCIÓN DEL PROF. ANDRÉS OLLERO TASSARA EN LA PRESENTACIÓN DEL LIBRO “DON ANTONIO FONTÁN PÉREZ. EL ESPÍRITU DE LA POLÍTICA”, DEL QUE ES AUTOR ARTURO MORENO GARCERÁN, EN LA ACADEMIA SEVILLANA DE BUENAS LETRAS EL 11 DE NOVIEMBRE DE 2013
Una figura tan polivalente como Antonio Fontán ha suscitado repetidos intentos de situar su eje central. Él mismo era consciente de esos esfuerzos e intentó, con notoria modestia, descifrar el enigma. Su discípulo
Agustín López Kindler lo ha contado recientemente: “Cuando Fontán hablaba de sus tres profesiones, la de político, la de experto en lengua clásica y la de periodista, decía que las tres tenían un denominador común, que era la comunicación, y él era un comunicador.” Para mí sin embargo siempre ha sido, ante todo, un sevillano en el exilio. Su trayectoria académica le distanció a Madrid y Granada e incluso le alejó a Pamplona, pero el 15 de agosto, fiel a sus Reyes querencias, estaba donde había que estar: viendo salir a la Virgen de los. Nada extraño en un sevillano antiguo alumno de los Jesuitas, en la calle calle Pajaritos, que acabaría vinculado al Opus Dei.
Quizá otro sevillano, Antonio Machado en su “Juan de Mairena”, nos brinde una pista más precisa. Antonio Fontán fue un intelectual. “Se habla del fracaso de los intelectuales en política. Yo no he creído nunca en él. Se le confunde con el fracaso de ciertos virtuosos de la inteligencia, hombres de algún ingenio literario o de alguna habilidad aneja a la literatura y a la conversación médicos, retóricos, fonetistas ventrílocuos-, que no siempre son los más inteligentes”; y añadía páginas abajo: “¿Intelectuales? ¿Por qué no? Pero nunca virtuosos de la inteligencia. La inteligencia ha de servir siempre para algo, aplicarse a algo, aprovechar a alguien”. Servir para alguien; Fontán lo tuvo siempre muy claro…
Su preocupación por lo público se centró particularmente en la tarea cultural. Sin ser irrelevantes “La Actualidad Española” ni el justamente mítico diario “Madrid”, quedó su aliento en “Nuestro Tiempo”, “La Table Ronde” y, sobre todo, “Nueva Revista”, su última locura, que la Universidad Internacional de la Rioja -nunca se lo agradeceremos bastante- ha mantenido en su homenaje.
Se mostró más interesado por la autoridad que por el poder. Modesto siempre, atribuía, en el programa que le dedicó con aire póstumo TVE, el respeto que despertaba en unas autoridades nada flexibles al hecho de ser catedrático; vivir para ver…
Fue un político atípico. En un país donde muchos parecen preocupados por rodearse de quienes no puedan hacerle sombra (así nos va…), trasladó a ese ámbito una figura académica en trance de desaparición: el maestro. Ya nadie en la Universidad los necesita. No me preguntan mi opinión sobre un problema filosófico-jurídico sino sobre estrategias para lograr un sexenio o una acreditación. Él ejerció su magisterio procurando que arrancaran de lo que había personalmente alcanzado un nutrido grupo de jóvenes inquietos; incluyo entre ellos al autor de este valioso libro, que cita otra muestra de su sincera humildad: “No soy ni he querido ser nunca formador de nadie. Ni en la política, ni en la universidad, ni en la prensa. He procurado alentar la libertad de todos los que andaban cerca de mí en cualquiera de esos campos”.
No es poca cosa haber sido el primer Presidente del Senado y poco después Ministro; pero lo que define su tarea es que el Consejo de Redacción de “Nueva Revista” quedara casi desmantelado cuando se forja el primer sottogoverno del flamante Presidente Aznar. Nunca preguntó en los decenios siguientes qué hay de lo mío, porque no era fácil adivinar qué consideraría suyo. El autor cita de pasada un comentario a Miguel Angel Aguilar: “parece que los demás se han salido con la nuestra”. Solo se quejaría -se nos cuenta en el libro- del “exceso de trabajo de algunos altos cargos, que consumían buena parte de la jornada con una inagotable dedicación a los temas accesorios, lo cual les impedía dedicarse a lo importante”; quizá porque no apreciaban sus proyectos culturales.
Abandonó la política activa con 61 años, pero con un programa muy asumido, que reveló a Antonio Fontán Meana: dedicarse “a lo de siempre, a enseñar al que no sabe, dar buen consejo al que lo necesita, corregir al que yerra, personar las injurias, consolar al triste, sufrir con paciencia los defectos de los demás… en definitiva, entregarse a los otros”
Quisiera, por último, subrayar su admirable sentido de la laicidad. Enamorado de la libertad, formó una interesante pareja con Joaquín Garrigues. Eran patentes “sus convicciones religiosas, de las que nunca alardeó pero tampoco disimuló”. Quizá colaborara con ello a que fraguara el agudo comentario de que en España los democristianos se diferenciaban de los liberales en que estos iban a misa…
Mantuvo siempre muy claras sus líneas rojas. Ni la “derecha autoritaria”, con la que colaborara su amigo Pérez Embid, ni el comunismo del que fue vecino Calvo Serer en la Junta Democrática. Convirtió a la Corona en campo privilegiado para el ejercicio de la lealtad. Por si fuera poco, se afirma de él que nunca se le oyó hablar mal de nadie; casi inverosímil en un político…
CONFERENCIA DE DON ARTURO MORENO GARCERÁN
Excma. Sra. Directora de la Academia Sevillana de las Buenas Letras, Doña Enriqueta Vila Excmo. Sr. Magistrado del Tribunal Constitucional, Don Andrés Ollero Tassara, Excmo Sr Vicerrector de la Universidad Internacional de la Rioja , Don José Antonio Ibáñez – Martín, Excmos. Académicos; Querido Presidente de la Fundación Marqués de Guadalcanal, querido Antonio, Sras. y Sres. constituye para mí un especial honor el tener la ocasión de presentar este libro escrito sobre un Sevillano ilustre como fue D. Antonio Fontán en una institución tan cargada de Historia y de tan arraigado prestigio como esta Academia. Por esta Real Academia fundada en 1751 han ido pasando a lo largo de su existencia personas de gran relieve honrando su espíritu fundacional que fue el de la Ilustración europea. Hoy tengo la satisfacción de poder tener la palabra en tan reputada institución para hablarles de un sabio, de una persona que fue excepcional, tanto por la ejemplaridad de su trayectoria como por la escuela que fue dejando en los diversos ámbitos donde ejerció su actividad: la Universidad, el Periodismo y la política. Por eso quiero nuevamente reiterar mi agradecimiento a la Academia por darme la oportunidad, en un acto como el de hoy, de mantener vivo el recuerdo de personas de la calidad humana y de la talla intelectual de Don Antonio Fontán Pérez.
Quiero agradecer a Andrés Ollero Tassara, magistrado del Tribunal Constitucional, Catedrático, Académico de número de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas entre otros títulos, la disponibilidad y el interés que ha puesto en estar hoy aquí, en su Sevilla natal, en esta Academia, haciendo un hueco en sus extensísimas actividades. Agradecimiento que me gustaría ampliar al Vicerrector de la Unir tanto por la diligencia demostrada al asistir a este acto como por sus brillante intervención que no quiero dejar de ponderar .
Existen varias afinidades entre Andrés Ollero y Antonio Fontán la primera y más obvia el haber nacido en Sevilla, estudiar en los Jesuítas , haber sido Catedráticos en Granada uno de Filología latina y Andrés de Filosofía del Derecho. También el de ser miembros numerarios del Opus Dei. Por último me gustaría destacar la influencia que en su formación tuvieron los Clásicos en Don Antonio presentes en la raíz de su cultura, en la esencia de su pensamiento como la tuvieron en Andrés también en el ámbito intelectual y cultural y muy especialmente en su concepción del Derecho.
Cicerón, el autor preferido de Fontán, sin duda les une en muchos aspectos, como en sentencias históricas del tipo de: “Somos libres porque somos esclavos de la Ley“ o “El Buen ciudadano es aquel que no puede tolerar en su Patria un poder que pretende hacerse superior a las leyes “ o “La verdad se corrompe tanto con la mentira como por el silencio “.El contenido de estas frases me parece que pueden tener actualidad en estos momentos en España. Como todos Vds. saben Andrés Ollero está permanentemente haciendo pedagogía en defensa del Derecho, que garantiza y custodia nuestras libertades, por las que tanto y durante tantos años lucharon personas como Antonio Fontán. Recientemente decía Andrés en un artículo publicado en el ABC titulado “El eclipse del Derecho “–que el Derecho es un mínimo ético indispensable que genera en consecuencia una obligación moral.
Como dijo San Agustín y destacó el Papa Emérito Benedicto XVI en su discurso ante el Parlamento alemán, (Bundestag) al que me refiero en el libro, “Quita el Derecho y, entonces ¿Qué distingue al Estado de una gran cuadrilla de bandidos?“ .
Digo esto testimonialmente porque creo que en España estamos, por lo menos desde la sociedad civil, en un momento en el que es necesario buscar el uso preciso de las palabras, aquellas que los autores clásicos utilizaban tan bien como conocía D. Antonio. Cuando sobre “la erótica de la prohibición” (decía Montaigne que “prohibir algo es despertar el deseo”) se construyen ficciones a todos se nos debe recordar que en realidad lo que se está ocultando es el incumplimiento de las leyes, animando a su vulneración y con ello se está haciendo un uso ilegal y consiguientemente ilegítimo del poder. Subyace en todo ello , todavía , una mentalidad conformada por Mayo del 68 a la que le resulta atractiva la falsa retórica ( “flores de invernadero “) contenida en frases como “Prohibido Prohibir “ o “ Sé realista pide lo imposible “ .
Bien a principios del mes de julio del 2012, Miguel Arrufat, Consejero-Delegado de la Unir me propuso escribir un libro sobre Antonio Fontán, acepté en el acto sólo acotando la perspectiva del libro al Fontán político, bueno acoté más bien poco, porque prácticamente todo el conjunto de las actividades que desplegó a lo largo de su vida en los ámbitos universitario, periodístico o en la propia política tenían como hilo conductor, en sus propias palabras, la Comunicación Política.
Este libro se acerca a lo que es un Ensayo político (no he escrito una biografía) aunque en el mismo se recorre la pluridimensional trayectoria del Fontán político. En ocasiones sistematizo las opiniones que sobre diferentes temas tenía y en otras procuro hacer una interpretación política propia.
Quiero aclarar desde el principio de mi intervención que no pretendo al elogiar como se merece la figura de D. Antonio que alguien saque la conclusión que fue un protomártir o un Héroe nacional al que debemos el advenimiento de la democracia. No D. Antonio hizo política porque le gustaba, le interesaba y especialmente por un sentido del deber con la Nación. Desde esa responsabilidad moral, sustrato básico de su compromiso político, creo que hizo una aportación sustancial y valiosa a la España democrática. De él nunca nadie podrá decir que no compareció cuando el país requería una aportación, personal y desinteresada, siempre estuvo al servicio de España. Edmund Burke dejó escrito “para que triunfe el mal sólo es necesario que los buenos no hagan nada”, D. Antonio es todo un ejemplo del hombre entregado “como el árbol carnal generoso y cautivo” a hacer el Bien.
Creo que merece la pena, como dije al principio, el reconocimiento público de D. Antonio Fontán, al espíritu político que él representaba, por su nivel de exigencia personal, la altura de sus propósitos, la pulcritud de su comportamiento, su impecable trayectoria, la noble finalidad de su comportamiento político, la Fe que siempre puso en su misión, la responsabilidad moral como fundamento de su acción política, su permanente contribución, comprometida y compartida, para la resolución de los problemas nacionales, su aportación al impulso del proceso histórico de construcción de la Nación y de la modernización de España.
Es útil volver la vista atrás para conocer sus orígenes, para saber cómo se fue gestando la personalidad de Fontán.
Sevillano nacido en 1923 en la Calle Cedaceros aunque con evidentes raíces ancestrales en la Sierra sevillana, en Guadalcanal. Su padre Antonio Fontán de la Orden era un Ingeniero militar que además fue Director de Radio Sevilla en momentos cruciales de la historia de España. Nacido nuestro personaje en el seno de una familia católica y monárquica, fueron siempre visibles algunos rasgos de Sevillanismo que nunca le abandonaron y no lo digo tanto por salir como Nazareno con la Cofradía del Señor de la Pasión o con la de los Estudiantes incluso cuando ya vivía en Madrid sino y sobre todo, como escribió el mismo de su maestro D. José Vallejo porque tenía “esa cordialidad humanista y sevillana. Mantuvo siempre esa inestable y andaluza distancia de las cosas, medio sabia, medio irónica que, cuando se presenta unida a un gran corazón, gana el afecto de quienes se rozan en la vida con el afortunado”.
Huelga destacar que fue un extraordinario estudiante con Premio Extraordinario de Bachillerato en los Jesuitas de Sevilla y en el examen de Estado de ingreso a la Universidad. Catedrático de Filología Latina en la Universidad de Granada a la edad de 26 años.
Fue en Sevilla, a través de la familia y del Colegio de los Jesuitas, donde adquirió los hábitos de estudio, el sedimento de su vocación intelectual. Y también donde conoció a mucho de sus mejores amigos. Así en el entorno de la Facultad de Filosofía de Sevilla (en Madrid hizo la especialidad) trabó una amistad fraternal con Florentino Pérez – Embid y también con el Catedrático de Historia Universal Moderna y Contemporánea D. Vicente Rodriguez – Casado, profesando también honda admiración y un gran afecto a su profesor el Catedrático de Historia D. Francisco Murillo Herrero. Recientemente el Papa Francisco en una entrevista recordaba el significado de los versos de Höderlin “ Que el hombre mantenga lo que prometió el niño “ . Creo que Antonio Fontán es un ejemplo de fidelidad a los Principios y Valores adquiridos en el seno de su familia y en la escuela por medio del conocimiento transmitido por sus maestros .
Me gustaría el poder hablarles hoy de los ideales y valores políticos que sustentaron su acción pública.
Lo primero que quiero decir es y, no existen dudas sobre esto, es que la vida de D. Antonio Fontán estuvo orientada a hacer el bien, entregándose sin reservas con una generosidad sin límites al servicio del Bien Común y de los intereses permanentes de la Nación. Fontán fue un hombre bueno y se dedicó a la política, él y otros grandes hombres, desmienten con sus trayectorias y actuaciones ejemplares que para ser político no hay que ser necesariamente retorcido, insensible, egoísta, refractario a la verdad o proclive al oscurantismo, ni un listillo sin contenido con propensión a aprovecharse de los privilegios del cargo etc. Será ejemplar en muchos aspectos de su vida, pero yo quiero destacar hoy y aquí, su recto obrar y proceder ante las situaciones y dilemas que plantea la vida, con estricta observancia de los Principios morales en los que firmemente creía, con una ética intachable en el ejercicio de sus responsabilidades, respetuoso siempre con las convicciones y las libres opiniones y decisiones de los demás.
Fontán en mi opinión constituye un ejemplo de ejercicio de los valores en los que se debe cimentar el compromiso con la política. En este sentido me gustaría destacar una serie de valores personales y morales de gran autenticidad que creo que eran innatos a su persona y que constituyen si recalan en el espacio público, verdaderas Virtudes Cívicas o políticas.
Reluce en toda su trayectoria como parte indisociable de su integridad personal, de su excelencia moral, el valor de la lealtad. Esa virtud, inherente al hombre bueno, que escucha su conciencia y actúa con arreglo a sus más arraigadas convicciones morales. La lealtad es la mayor de las valentías, la del que se atreve a ser fiel a sí mismo, la del que no se engaña ni se hace trampas y también del que persiste, en los días luminosos y en los borrascosos, en la línea recta del camino más difícil. Decía Aristóteles que “la victoria más dura es la victoria sobre uno mismo “. A eso sólo se llega con constancia e integridad moral como emblemáticamente hizo Fontán.
Como dijo Mario de Benedetti “Está la dignidad de los leales / aquellos que en las buenas y en las malas / en tiempos de revés y en los triunfos / no cambian sus raíces por las olas. La dignidad que siempre sale ilesa / del tumulto, la trampa y el cortejo. “
Guillermo Luca de Tena cuando se le otorgó el Premio de Periodismo Calvo Serer dijo de él que siempre fue un hombre leal y fiel porque en todo momento supo asumir el compromiso de defender en lo que creía y en quién creía “. La Lealtad dijo Luca de Tena “Es el cumplimiento de lo que exigen las leyes de la fidelidad, las del honor y las de la hombría de bien; y también la fidelidad en la observancia de la Fe que uno debe al otro “. Fontán siempre fue un hombre leal que curtió su carácter en la obediencia, virtud que practicó desde niño en la familia y en la escuela con sus maestros y también en la Universidad, en el Opus Dei, en la política etc.
La evocación cabal de su figura no puede pasar por alto, al menos tres características definitorias de su personalidad y otra en la que cristalizan el conjunto de cualidades humanas que tenía. Entre las citadas en primer lugar, y que poseía de forma muy acentuada me refiero a la constancia, a la coherencia y a la responsabilidad (o si se prefiere al sentido que tenía del deber). La virtud compilatoria, que es también cívica y política, es su sentido de la amistad y es ahí donde todas ellas adquieren especial relevancia.
Desde la personalidad que tenía descrita por su amigo Juan Bautista Torelló como “poliédrica pero sin aristas “, Fontán ejerció la polypragmasia que como dice López Kinder se corresponde con la actitud del intelectual que se implica en aspectos de distinta índole, porque nada de lo humano le resulta ajeno.
La constancia, no fue ajena en Fontán a un sentido elevado y transcendente de la vida humana, del que piensa que la vida en un don, un regalo de Dios debiéndose corresponder al milagro de la vida, de la existencia, con total intensidad. “Da lo que tienes, para que merezcas recibir lo que te falta“ decía San Agustín.
La tenacidad, la perseverancia que siempre mantuvo Fontán en todos sus proyectos, objetivos y metas son fiel exponente de su firmeza de carácter y de la hondura de sus convicciones. Nunca tiraba la toalla, nunca se quejaba (“la queja te desmerece” apuntó Gracián) aunque sus amigos podíamos ver como padecía cuando se llevaba un disgusto casi siempre por algo que le había pasado a alguien al que quería. Esa constancia, era constatable en su comportamiento en la acción y reflexión humana, iba acompañada de una serenidad de ánimo que como dijo Montaigne en sus Relatos es el signo más evidente y permanente de sabiduría. El hombre paciente y abnegado, que sabía sobreponerse a las desilusiones, los parcos resultados o los fracasos palmarios y que durante muchos años en medio del desierto no cejó en su lucha por ser mejor, por dar más, por contribuir con sus actos y con la altura de sus propósitos a la inmarchitable esperanza de una España democrática indefectiblemente vinculada a la Restauración Monárquica. Como dejó escrito Hannah Arendt “Nobleza, dignidad, constancia y cierto risueño coraje. Todo lo que constituye la grandeza del ser humano sigue siendo lo mismo a través de los siglos.
Obstinación (Víctor Hugo decía que el secreto de los grandes corazones se encierra en esta palabra) y entrega solía recetar especialmente cuando arreciaban las dificultades. Nunca le vi rendirse. A sus amigos más jóvenes a parte de la transmisión de conocimientos, de la ejemplaridad de su vida, y de un mayestático sentido del deber nos legó sobre todo el testimonio del hombre resistente. (“Soporta y resiste. Ese esfuerzo te será vital algún día “) decía Ovidio. El hombre incansable, el hombre que nunca renegó ni de sus ideas, ni de sus convicciones más profundas, ni renunció nunca a la esperanza. Mario de Benedetti lo dijo mejor de lo que yo puedo expresar “No te rindas que la vida es eso / continuar el viaje / perseguir tus sueños / Destrabar el tiempo / correr los escombros y destapar el cielo. No te rindas por favor no cedas. Aunque el frío queme / Aunque el miedo muerda / Aunque el sol se esconda y se calle el viento / Aún hay fuego en tu alma / Aún hay vida en tus sueños “.
Creo como pueden comprobar todos Vds., si se animan a leer el libro que su vida fue un ejemplo de impecable y limpia coherencia donde siempre encajaron sin fricciones sus actos con sus pensamientos. Siempre actúo como pensó. Con esa coherencia y esa Fe que ponía en todos sus proyectos. Esa Fe, a la que se refería León Tolstoi y no en un sentido exclusivamente religioso. “La Fe – dijo Tolstoi _ es el conocimiento en el significado de la vida humana. El que vive es porque cree en algo “.
Su vida fue un ejercicio de responsabilidad personal, que cuando se circunscribe al mundo de la política brilla por el fundamento que tienen las decisiones, por la ecuanimidad de los juicios emitidos, por la rectitud en la acción política y por la altura de la empresa en la que se comprometió su esfuerzo.
Todas estas cualidades están a mi juicio sujetas por unas convicciones morales y religiosas muy arraigadas que se materializa en obras, en la entrega sin reservas a los demás, en el amor al prójimo y que dota de relevancia y pleno sentido al concepto que él tenía de la amistad.
El verdadero sentido de la vida para Fontán se correspondía con la hondura de su Fe cristiana, con la fortaleza de sus creencias religiosas. La religión católica representó “una certidumbre sobre el sentido último de sus actos”. Don Antonio actuó siempre en la vida siguiendo los dictados de su conciencia. La Templanza de ánimo, fue un verídico reflejo de la fuerza interior de quién era un fiel seguidor de la palabra de Jesús de Nazaret con un afán intachable e incansable de servir a los demás.
El sentido de la transcendencia que tenía Fontán y la elevada consideración de la misión del hombre, tuvo una de sus manifestaciones más claras en la limpieza y transparencia, que Fontán a lo largo de su vida, mantuvo siempre en sus actuaciones. Esa proverbial buena fe, no contaminada por los avatares de la vida y que le otorgó esa inocencia, esa ingenuidad que lleva su sello impreso en todas las grandes empresas humanas. Decía Talleyrand “que lo más difícil es conocernos a nosotros mismos y lo más fácil hablar mal de los demás”. Don Antonio nunca hablaba mal de nadie y nunca juzgó al que no pensaba como él. Simplemente decía que “uno sólo se debe comparar consigo mismo”.
Por todo ello, con una generosidad digna de elogio, Fontán hizo honor a la verdadera amistad. La amistad que se demuestra en las circunstancias adversas, la que se ofrece sin condiciones a quién la necesita, sin leer el prospecto de las contraindicaciones. El creía en la gratuidad de la amistad, que sobrevive al interés, porque es leal a la conciencia. La amistad que tiene más respuestas que preguntas. La amistad que siempre acompaña. La amistad que no tiene prisa ( su tiempo estaba a disposición de los demás ) y está en disposición de escuchar . La amistad, que en ocasiones, sabe consolar a los que sólo buscan un sitio donde hacer pié y que independientemente, de enredarse en discutir sus razones, se afana prontamente por sostener y levantar al amigo y devolverle otra vez al camino de la esperanza. Y en otras ocasiones se ocupa simplemente de proteger, de defender – como dijo el poeta- , la alegría de los males endémicos y los académicos, de las dulces infamias y los graves diagnósticos. Así vivió la amistad Don Antonio, sin dar lecciones a nadie, con hechos y altruismo, manteniendo siempre en pié la esperanza.
Independientemente de todas las actividades que desplegó y con su sólido bagaje intelectual y moral, si hay algo por lo que Fontán está obteniendo el reconocimiento que está teniendo y por lo que será especialmente recordado es por la dedicación que tuvo a la tarea de capacitar hombres libres. Capaces de deliberar y decidir de manera conveniente. Porque Fontán quería personas que tuviesen opiniones bien fundadas, libres y comprometidas. Naturalmente que le gustaba que se le tratara con el respeto que se merecía pero no quería aduladores. Porque como dijo Aristóteles “todos los aduladores son mercenarios y todos los hombres de bajo espíritu son aduladores “. De todos es conocida su finura de espíritu, tanto en la atención al otro como en la búsqueda de la verdad.
La autoridad que desprendía era la moral, la autoritas, la única que tiende a permanecer en el futuro cundo el poder y el éxito, antaño obtenidos, se desvanecen en el laberinto y la inmensidad del tiempo como “verduras de las eras “. Se basaba en la extensión de su cultura, su preparación intelectual, generadora de experiencias y saberes diferentes que finalmente se concreta en la solvencia de su criterio. Pero esto no llevaría solo a la autoritas, sino fuera acompañada por su dignidad personal, su pulcritud moral, su coherencia y por esa enorme generosidad con los demás.
Tenía la virtud romana de la Gravitas es decir el aplomo, gravedad, templanza y ponderación ante la importancia de un asunto y la determinación en el propio sentido del deber. Aunque era evidente su estoicismo, serenidad y templanza ante las adversidades, éste está condicionado y superado por el valor superior de su compromiso cristiano que conoce y acepta el sentido del sufrimiento.
Aunque ponderaba el éxito y se enorgullecía del éxito de sus amigos y discípulos, el siempre quiso formar hombres de valor, el éxito vendría después como una atenta recompensa de la vida al trabajo y al conocimiento adquirido. Siempre tuvo un respeto celestial por la vida humana, por la vida de los otros, y por todas las potencialidades esenciales que encierra la vida de una persona y que hay, a pesar de errores o aciertos de sus buenos o malos pasos hay que cuidar y corregir con afecto, proteger y estimular impidiendo que se malogre.
Cuando le conocí en las postrimerías de los años 70, enseguida uno se daba cuenta que tenía la suerte de estar ante un auténtico Maestro, no transmitía sólo unos conocimientos concretos, si no que enseñaba a pensar de forma crítica y abordar con rigor y honestidad intelectual los distintos problemas. Las causas de las cosas y la pluralidad de efectos que se podrían producir según la decisión que se adoptara. Todo ello constituía un ejercicio intelectual apreciable pero sobre todo significaba un ejercicio moral sin concesiones en la búsqueda de la verdad.
Creo que fue una constante en su vida su gusto por el debate, por la conversación clarificadora, argumentando con fundadas razones y el tono adecuado, escuchando con atención la opinión de los demás (tenía el sentido de la conciencia del otro) procurando integrar sus opiniones en las soluciones en lo que estas pudieran tener de razonables.
Evidentemente sin propiciar el debate la política se empobrece. Sin debate, las ideas o no se producen o no se encauzan y esta se convierte en un mero mecanismo de administración, obtención o detentación del poder cuyo resultado suele ser la falta de vitalidad, de pulso del país. Hay que reclamar el derecho a debatir consustancial a la democracia. Las ideas son las que siempre han movido al mundo, los que le han hecho cambiar y progresar. En la creación de valor las ideas deben tener el adecuado reconocimiento y la consiguiente retribución social por su potencial transformador.
Dicho todo sobre el perfil general que tenía Antonio Fontán creo que es bueno el poder penetrar brevemente en las raíces históricas de la vocación política de Antonio Fontán.
D. Antonio que vivió la guerra con 13 años nunca hablaba de ella, para él era un pensamiento clausurado, pero fue una de esas personas que se ocupó en procurar reparar sus consecuencias, para que España recuperase la dignidad nacional. Con las herramientas intelectuales adquiridas y con la encrucijada histórica del país bien presente, va a ir cuajando en Fontán una conciencia cívica, una activa conciencia nacional donde latía una solidaridad de deberes y de convicciones, con otras personas de su generación, sobre el porvenir moral y político de la Nación.
A partir de los años 40, recién acabada la Guerra, parecía claro que la única vía de oposición al régimen, siempre circunscrita a los estrechísimos márgenes de la censura, era ejercer mínimamente la libertad intelectual o de pensamiento, a través del discreto método de las publicaciones culturales (D. Antonio empezó a publicar en 1948 en la revista Arbor que pertenecía al Consejo Superior de Investigaciones Científicas) donde ir agrupando a personas comprometidas con una España distinta. Había que promover una mínima reactivación de la opinión pública, estimular a esa España consciente que fuera incitando a los españoles a afrontar su propia responsabilidad y destino común.
Fontán ya conocía que la política partidista no era la única forma de contribución al quehacer nacional. Lo que se podía hacer lo hizo a través de los medios de comunicación que dirigió o en los que colaboró. Nunca la formación de una conciencia cívica nacional es una obra acabada. Se forja día a día desde la rectitud del juicio moral, desde la sólida opinión fundada en los hechos y en la comprensión de la complejidad de la realidad que solo tiene el sabio, el hombre capaz de ver las cosas con la perspectiva y la distancia (el derecho a la distancia es libertad política) que otorgan la experiencia y el conocimiento. También se construye desde el compromiso indeclinable con la verdad, con los valores políticos y éticos que han constituido y renuevan la nación.
En cualquier caso sus primeras y más claras motivaciones políticas fueron: la defensa del catolicismo. Aunque en sus escritos dejó muy claro que creía en la “Autonomía de la Política “. Solía explicarlo recurriendo a la sentencia evangélica “Dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios “. Y la fidelidad Monárquica, Adquirida esa fidelidad en el ámbito familiar pronto se sumó a la Monarquía propugnada por D. Juan explicitada en el Manifiesto de Lausanne de 1945. Fontán ponderaba la significación de la Monarquía como la continuidad de los españoles con su historia ya que todo el proceso de formación de la Nación, salvo breves y desastrosos períodos de tiempo, ha ido acompañado por la monarquía española. Esta debía ser la piedra angular del proceso de reconstrucción sobre el que había que impulsar un proyecto de reconciliación, de unidad nacional y de modernización. La Corona en su marcha histórica hacia la recuperación de su vigencia y misión nacional tuvo en D. Antonio un ejemplar y leal servidor.
Su concepción Política
Para Fontán la política era otra cosa, derivada de una concepción clásica (greco-latina la de la polis griega) pensaba que “los españoles cada uno de nosotros somos continuadores del legado moral y político que hemos recibido de nuestros antepasados: España es su historia y su futuro. Tenemos el deber de honrarlo y transmitir esos valores históricos acrecentados a nuestros descendientes”. Porque es el relevo generacional, encarnado en personas libres y responsables, lo que garantiza la continuidad y el progreso nacional”.
Para él la Política desde la encrucijada histórica que le tocó vivir representó un ejercicio de ciudadanía, un compromiso inderogable con la historia de España y su futuro, una voluntad firme y compartida (la política siempre se hace con otros) de superación nacional. Para él la Política nunca fue un privilegio corporativo, no estaba en ella para ser importante sino útil. Para él significaba una contribución personal, gratuita y comprometida, con los intereses permanentes de la Nación, al servicio del Bien Común.
Poseía lo que Max Weber en su conocida conferencia titulaba “La Política como Vocación” estableció como las tres condiciones que debía mostrar un político en sus actuaciones: Pasión, entendida como entrega sin reservas a una causa, sentido de la responsabilidad y mesura. Entendida esta “como la capacidad para dejar que la realidad actúe sobre uno sin perder el recogimiento y la tranquilidad, es decir, para guardad la distancia con los hombres y las cosas”. Fontán por último, como vamos a ver, evitó los dos pecados capitales que Max Weber estipulaba en la política: La falta de finalidades políticas y la ausencia de responsabilidad. Como dijo Séneca “No hay viento favorable para el que no sabe a qué puerto se dirige”.
Creo que hoy Fontán plantearía cara al pesimismo, a la tristeza que uno tiene la impresión que a veces poluciona el clima, el ambiente de la sociedad. Fontán hoy nos diría que no nos dejásemos vencer por la tristeza (porque ésta no nos vuelve inteligentes, ni construye). La tristeza no puede apodarse de todo porque un país triste es un país perdido, es decir un país que no sabe dónde está, ni adónde va. En este país se ha perdido demasiado tiempo y energía, en cuestionarnos una y otra vez la permanente incertidumbre del destino histórico de España, en las recreaciones existenciales, en un sentimiento y en un pensamiento constante sobre el destino infortunado, en atender mitologías y fábulas de la España “derrotada y maltrecha”. Ya advirtió esto Julián Marías cuando escribió que en el siglo XVII España empieza a cometer errores, aislándose, estancándose pero enseguida se empieza a hablar de Decadencia antes de producirse manifestaciones indubitadas de la misma. Sin embargo lo que va a resultar decisivo y de efectos perdurables fue el arraigo de este supuesto declive en el estado de ánimo de los españoles. La impresión de Decadencia quedó inoculada en las mentes y las almas de los españoles, ni siquiera dice Marías, los hechos contrarios a la Decadencia quebrantaran la convicción de su existencia e irreversibilidad. Concluye Marías diciendo que la Decadencia fue sobre todo una Crisis de Esperanza. Los políticos por encima de datos y estadísticas deben siempre mantener la esperanza. Por todo ello, recordando a Shakespeare, España tiene que volver a soñar porque “quién no se alimenta de sueños envejece pronto”. Hay que reorganizar la esperanza española, no conformándonos con contemplar los acontecimientos de la historia, sino por el contrario hay que derrocar el determinismo. Podemos decidirlo nosotros, podemos escribir la historia, está en nuestras manos, con convicción moral, coraje ilimitado y voluntad de hierro.
Fontán nos pediría hoy que tengamos gratitud con lo que este pueblo ha conseguido a lo largo de 35 años de democracia, elevando nuestra autoestima. Nos diría que nos fijemos y valoremos lo que nos une y lo que tenemos. Que es mucho y que con errores y carencias significativas es fruto del trabajo, del esfuerzo y los aciertos de distintas generaciones de españoles. Dejemos por lo tanto a buen recaudo los activos conseguidos que garantizan nuestro futuro y son el fundamento de nuestro bienestar. Y pongámonos a trabajar en todo lo que necesitamos mejorar para cohesionar nuestra sociedad.
Me gustaría recordar por su actualidad un artículo que publicó en el Diario Madrid en la Navidad de 1967: “A todos se nos debe recordar que el quehacer nacional, en las condiciones históricas de la España de hoy, es esencialmente trabajoso y reclama el esfuerzo individual y colectivo de todo el pueblo. De la insatisfecha inquietud presente debe surgir una España moderna, consciente y renovada. Hay una base material, de educación y de nivel de vida como nunca hemos tenido antes. Pero ahora no se trata de depositar la confianza en unos pocos, sino de asumir cada uno la responsabilidad que le corresponde.
No es un problema estrictamente de técnicas políticas, sino en buena medida un problema moral. Es un país que se halla en la situación del nuestro, el mañana es siempre una promesa de esperanza. Pero para que florezcan y fructifiquen en la vida hay primero que poner orden en los sistemas de valores y de ideas, en los estímulos y objetivos y, después obrar en consecuencia. … Todo lo cual - continúa Fontán – quiere decir que hay que partir de una renovación de valores y de ideas. Y que la libre y abierta discusión, la búsqueda de la verdad y del bien por todos los caminos, el derecho a equivocarse y el derecho natural a disentir sin más límites que el respeto a las libertades y a la dignidad personal de los otros, son la base moral de una sociedad moderna.
Siempre actúo pensando que la política debe perseguir mejorar la sociedad servir a los intereses nacionales, encontrar soluciones a los problemas, y no multiplicar estos. Por ello procuraba no utilizar el crónico lenguaje político divisorio, por su tendencia a perpetuarse y anclarse en lo irrelevante o bizantino desviándose de los verdaderos problemas.
Para él la firmeza política debía medirse por la coherencia continuada en la actuación pública, no por la ambición desmedía para tener el poder a cualquier precio, sino por la constancia en perseguir los ideales políticos que dan sentido y fundamentan la actividad pública. A Fontán le interesaba lo importante y preocupaba desdeñar los temas circunstanciales o fatuos que distraen al País de los Objetivos fructíferos.
Fontán y a otras personas de su generación política, con la vista puesta en el futuro se pusieron a trabajar en la empresa de la reconstrucción nacional y procuraron hacerlo desde unas bases afirmativas, constructivas y positivas buscando las soluciones precisas y pragmáticas que necesitaba España. Atrás debían quedar los grandes adalides de la desesperanza española con sus grandes tópicos.
No pensemos fue fácil porque en la vida de Antonio Fontán también hubo y bastantes fracasos.
Muchas veces en la vida de Don Antonio las cosas no salieron como él deseaba. El esfuerzo, la buena fe y el entusiasmo desplegado no obtuvieron una recompensa adecuada. Pero Fontán siempre mantuvo la entereza ante sus honrados, limpios e inocentes fracasos. Con humor cuenta Miguel Angel Aguilar que le dijo en alguna ocasión “Parece que los demás se han salido con la nuestra “, o como escribió Agustín García Calvo “Enorgullécete de tu fracaso, que sugiere lo limpio de tu empresa “. Una vida noble puede ser una vida pública de honrados empeños “pues vale más el camino que la posada” como escribió Cervantes.
Sin duda el diario Madrid, con todos sus méritos y heroica historia, fue una gran oportunidad perdida y un proyecto inacabado. Su razonable propuesta de racionalización de la estructura territorial de España no fue entendida en el interior del de la Unión de Centro Democrático. Su permanencia en la política de partido – Federación de Partidos Demócratas y Liberales y la UCD – Apenas duró diez años. Con singular espíritu deportivo, con un fair play innato a su persona Fontán supo conllevar con naturalidad y elegancia las victorias y las derrotas en los que se resuelven los lances y desafíos de la vida y siempre mirar hacia delante.
El Periodismo.
Volviendo a retomar el hilo biográfico y pidiendo disculpas por las acotaciones circunstanciales que voy incluyendo en el relato, creo que es conveniente hacer una referencia a la vertiente periodística de Fontán.
En las circunstancias en las que se encontraba el país en los años 50, era el momento del Periodismo. Del ejercicio de un Periodismo con finalidad Política.
Se trataba de formar una opinión pública que contribuyera a crear y encauzar una latente conciencia política. Dedicó Fontán sus desvelos dirigidos a esa España consciente que debía enfrentarse a sus problemas, afrontar sus responsabilidades y tomar el timón de su destino común.
Fontán pensaba que la opinión es algo que su debe argumentar con razones graves y fundadas, pero por principio no se podía excluir que la verdad fuera otra. Somos testigos y no jueces solía decir.
Cuando llegó al periódico Madrid y así era Fontán dijo que estaba allí “para cumplir con el deber moral y profesional de practicar y defender la libertad de expresión en circunstancias especialmente difíciles. “Fontán solía decir que el Madrid escribió una página valiente, brillante y digna del periodismo español en su lucha por la libertad de prensa, por la libertad de expresión y de opinión.
Las liberales:
Después del cierre del periódico en el año 72, Fontán impulsó el Partido Demócrata junto a Joaquín Garrigues al que consideraba el líder indiscutible del Partido. Partido en el que militaron personas como Soledad Becerril, Joaquín Muñoz Peirats, Luis Miguel Enciso o Julio Pascual.
El liberalismo de Fontán, es consecuente con su cultura humanista. Hablo del nuevo humanismo, que según el prestigioso diccionario Webster es una doctrina filosófica del siglo XX que se distingue” por su Fe en la moderación, en la voluntad de la dignidad humana y en el sentido de los valores permanentes “.
Aunque tiene diversas dimensiones quiero incidir en subrayar su liberalismo consecuente, responsable, humanista, magnánimo, “ese principio de ética y de derecho”. Además señalar, la raíz histórica y española, de su liberalismo que él la sitúa en la Constitución de Cádiz de 1812 donde se proclama el Principio de la soberanía nacional. Porque como se decía de Ortega, Fontán era liberal por español.
Fontán también pensaba que la democracia liberal necesita someterse constantemente a un proceso de reforma. El sistema ha demostrado su capacidad para asimilar conflictos sociales y conducir a formas más o menos llevaderas, pero portadoras de convivencia constructiva. Nunca , decía , hay que tener miedo a afrontar la realidad .
Me gustaría tener un recuerdo para Joaquín Garrigues del que dijo que era “uno de los singulares personajes que dejan huella duradera y acrecientan el patrimonio público y moral de una generación”.
La libertad fue el gran tema de las reflexiones políticas de Garrigues- solía hablar las libertades con minúscula, las libertades de todos los días- coincidiendo en ello plenamente con Fontán. En palabras de Garrigues “hablo de la libertad que garantiza el Estado de Derecho. Aquella que quiso nacer por voluntad de unos pocos, en la ciudad sitiada de Cádiz. La que hemos destruido una y otra vez por nuestros extremismos. La libertad que excluye el monopolio de la verdad, la que exige el respeto a las ideas contrarias, la que hace posible el diálogo. Esa y no otra es la libertad de Europa”.
La Transición:
La Transición, representa la culminación del esfuerzo y los propósitos largamente perseguidos por Fontán. Él siempre dijo que para que tuviera éxito y pudiera culminar en una Constitución de todos, en la Constitución de la Concordia sería necesario que se produjeran tres grandes Pactos (el ideológico o político entre la Derecha y la Izquierda) El Pacto Social (Los Pactos de la Moncloa) y el Pacto entre el Estado y las Regiones. Fontán pensaba que eran una necesidad nacional, porque soldarían las líneas de fractura que había conocido la experiencia española en su laborioso itinerario de los últimos cien años.
Tan importante como la elaboración de la Constitución, donde Fontán fue Presidente del Senado, en el espíritu que la alumbró. Ese espíritu de unidad nacional y de responsabilidad política , de renuncia sincera al maximalismo político para que ganase el país en su conjunto, un honrado desprendimiento de viejas posiciones dogmáticas supeditándolas al propósito común, una limpia actitud de escuchar, con respeto y educación las ideas de los otros, argumentando con miras elevadas los planteamientos políticos propios sin denigrar o ignorar los del adversario político.
La cultura del pacto es la del diálogo y la disposición al mismo se basa en la responsabilidad política y ésta en un hondo compromiso moral con la Nación.
Lo que estaba claro es que si se conseguía extender el valor del entendimiento en la sociedad española, sería más fácil alcanzar el fin de la justicia Política. Fontán pertenecía por formación y por talante al tipo de personas que desean expresarse con un lenguaje moderado, conciliador, que busca soluciones y que no incrementa la brecha de las distancias políticas.
Esa actitud política hacia entendimiento, no significa una renuncia a las ideas propias, ni menos aún debilidad, sino una predisposición pragmática e inteligente a que el debate político (cuya seriedad se basa en partir, continuar y concluir en la realidad y no en quimeras ni en invenciones), debe estar fundamentado en el diálogo y la argumentación convincente, para así clarificar las posiciones políticas y además para que las conclusiones del mismo sean fructíferas. No es nada más ni menos que el ejercicio de la responsabilidad política que descansa en un firme compromiso moral con la Nación. Porque en definitiva, como dijo Maimónides en su Guía de Perplejos “El entendimiento constituye el verdadero fondo de nuestro ser, la parte inmortal del Hombre “.
La generación de la transición tuvo el coraje y la firmeza política para desde el patriotismo desinteresado y comprometido, desdeñando el rencor y la ira sin mirar atrás, sumando y no excluyendo, fortalecer los valores de la reconciliación y del entendimiento, establecer unas bases políticas compartidas que afianzasen la democracia, dar valientemente los pasos necesarios para construir el edificio común desde donde poder encarar con esperanza y confianza un nuevo horizonte nacional. La generación de la transición nos dejó un legado de patriotismo, responsabilidad y generosidad. Creo que aunque consustancial a su espíritu generacional , aunque de edades y experiencias diferentes todos coincidieron en trabajar por el proyecto común , quizás sea más preciso ensalzar el carácter generativo del mismo , por la identificación de todos con la idea de una Nación basada en la convivencia , en el reconocimiento del pluralismo constitutivo de la Nación , plasmado todo ello en los principios y valores que informan nuestra Constitución , que ellos con generosidad y acierto elaboraron , y que merecidamente es conocida como la Constitución de la Concordia o del Consenso sobre la que se ha construido el progreso de la Nación . Debería haber seguido siendo, también, la Constitución de la lealtad compartida .
La Transición nos deja una clara percepción del significado de algunos valores o actitudes cívicas, que tuvieron allí su excelencia pletórica. Destacaré algunos, tal vez alguien los eche en falta. El sentido del deber, la responsabilidad, la capacidad de integración, la prudencia, el juego limpio y el respeto al a palabra dada, la generosidad, la audacia, la importancia de la cordialidad en el trato del político o la capacidad de la Nación para superar la adversidad.
No cabe duda de que la transición no fue un oasis, ni una panacea. No pretendo idealizarla. La transición fue y debería seguir siendo una referencia de cómo en un determinado momento de la historia, de extraordinaria dificultad, todos supieron crear un clima político de confianza, altruismo y responsabilidad para hacer algo importante.
Porque por encima de todo latía una determinación cívica de estar a la altura de lo que España necesitaba, de cauterizar heridas y no abrirlas, de dejar atrás la homilía de la resignación, reemplazándola por una emoción entusiasta, aportando a la nación lo mejor de cada uno.
Con todas sus insuficiencias pero con todos sus aciertos, ahí queda la obra de la valerosa generación de la Transición política que fundó la democracia, en la que Fontán tuvo un papel importante al que me gustaría rendir tributo y homenaje. Lo hago por muchas de las razones aquí expuestas, pero sobre todo porque supieron construir, obviando la primacía de la España de unos sobre la de los otros, la España de todos. La España nuestra que es también la de los unos y la de los otros. Supieron separar el grano de la paja, vencer la exclusividad de sus ideas, aportando la plenitud de su alma española al proyecto de todos.
Fontán Ministro:
El epílogo de la carrera política de Antonio Fontán prácticamente coincide por su paso como Ministro de Administración Territorial y su baldío intento de rehabilitar los Estatutos de Autonomía vigentes en la II República de las Comunidades históricas lo cual probablemente hubiera evitado el brebaje del café para todos y fortalecido el pacto fundacional de la democracia. Pero vamos esta reflexión pertenece ya al género de la ficción.
Lo que no pertenece al género de la ficción es que en la Constitución del 78, se hizo un pacto fundacional basado en el reconocimiento de la pluralidad constitutiva de nuestra Nación basado en la generosidad, la lealtad y el espíritu de concordia con el objetivo de vertebrar territorialmente el Estado y resolver la secular cuestión de la integración de los nacionalismos históricos en el proyecto común.
Nuestra Constitución, sometida al ritmo trepidante de la Transición, se hizo en menos de 18 meses y no presentó un diseño de la estructura territorial cerrado quedando por lo tanto al arbitrio de la accidental situación política.
La primera grieta se abrió aquí en Andalucía a principio de los 80 cuando el PSOE decidió instrumentalizar un tema de Estado, para desgastar y derrocar al gobierno y acceder cuanto antes al cambio político ante una débil y maltrecha UCD. Organizando para ello una estrategia política de acoso, tendente a la convocatoria de un referéndum, contra la posición del Gobierno. A su vez la UCD estaba sometida a la erosión de las familias políticas, al ruido de sables, a su indefinición y división política, a la extensión del café para todos y a la evasión y el aislamiento político representado en el llamado “Síndrome del Estrecho de Ormuz “.
Aún así, es de justicia histórica reconocer la obra de la Ucd y de Adolfo Suárez en un período crucial de la Historia Española. Hoy todavía deberían sonar como actuales las palabras de Suárez al defender la Ley de la Reforma Política. “En nombre del Gobierno les invito a que iniciemos la senda racional de hacer posible el entendimiento por vías pacíficas. Este pueblo nuestro pienso que no nos pide ni milagros, ni utopías. “Vamos sencillamente a quitarle dramatismo a la política. Vamos a llevar a la categoría de normal lo que a nivel de calle es simplemente normal. Vamos a sentar las bases del entendimiento duradero bajo el Imperio de la Ley. “
Luego entramos en la normalidad política de 35 años de democracia , en el seno de la misma han transcurrido diez legislaturas en las que en cinco no hubo mayoría absoluta( 4 con el PSOE y 1 con el PP) y esto ha motivado acuerdos de legislatura con las minorías nacionalistas especialmente con la catalana, con Convergencia y Unió cuya forma de actuar ha respondido a la ecuación “ Competencias por Gobernabilidad “ y así con la ayuda interpretativa del Tribunal Constitucional en alguna de cuyas sentencias se procedió a la conversión de lo que eran competencias exclusivas del Estado ( artículo 149 de la Constitución y su lista de 32 materias) en competencias concurrentes o compartidas.
Y así se ha ido construyendo o desconstruyendo el llamado Estado Autonómico. Que en tiempos de bonanza, y con la simiente del café para todos, multiplicó el número de funcionarios, ejerciéndose de nuevo el clientelismo político, constituyéndose estructuras político administrativas sobredimensionadas y en muchos casos duplicadas respecto a otros niveles de la Administración. etc.
Y de pronto llegó en los años 2007- 2008, hasta nuestros días la crisis económica y social más grave que ha tenido España desde la Guerra Civil y es cuando aparece al desnudo la realidad la de la insostenibilidad financiera del Estado Autonómico, la centrifugación del Estado que se había ido produciendo paulatinamente y que hace que no sea ni eficaz, ni competitivo. Y ahora también aparece el riesgo cierto de la fragmentación política. Especialmente relevante en Cataluña donde recordamos hace no más de 3 años existía un Gobierno tripartito presidido por un socialista, cordobés de origen, que gobernó con los independentistas de ERC.
Fontán tuvo como cualquier Reformista ilustrado “La pasión por lo posible “, siendo siempre un político responsable, razonable y realista. Como dijo Stefan Zweig “La primera muestra de una vocación política es, en todo tiempo, que un hombre renuncie desde el principio a exigir aquello que es inalcanzable para él “. Creo que todos los presentes pensamos en varias personas que deberían aplicarse estas palabras salvo que estén en política para engañar y hacer daño. Pero como todos Vds. saben Oscar Wilde dijo que un cínico es aquel que sabe el precio de todo y el valor de nada.
Por lo tanto parece evidente que, en la actualidad, falta rigor y sobra mala intención, existiendo una propensión al timo y a eludir responsabilidades. No hay un estudio del coste de la mastodóntica Administración catalana ni siquiera en función de su riqueza es decir de lo que en última instancia podría permitirse. Se pone sordina al desvarío de ignorar la certeza de dejar de pertenecer a la Unión Europea y al Euro, tal como estipulan los Tratados Europeos y el Derecho Internacional , en el caso de segregación de un Estado miembro. Se elude la cuestión de la imposibilidad de seguir pagando, en el supuesto secesionista, las pensiones en la cuantía que ahora perciben porque está España detrás. No se informa a la gente que la independencia es una ruina, como ha alertado recientemente un estudio del prestigioso IESE donde se demuestra que Cataluña perderá dos tercios de su comercio con el resto de España y que su PIB caería un 13% entre otras cosas por la fuga de empresas.
Ocultan que en una eventual separación les sería imputada el 20% (que es su contribución al PIB nacional) de la deuda del estado, siendo esta de un billón de euros por lo que les correspondería 200.000.000 de euros de repercusión. Estamos hablando de 33 billones de las antiguas pesetas. No dándose información de cómo se lograría la financiación en los mercados para gestionar esa deuda y los intereses de la misma . Sencillamente no se hace porque es inviable .
Asimismo se minusvalora sectariamente, en la enseñanza el uso del castellano, pretendiendo ignorar que es, también, la segunda lengua del mundo y la hablan más de 500 millones de personas. Pero el empobrecimiento cultural debe ser nacionalista.
En fin al final un partido que se suponía del Orden social y representante de la conservadora burguesía catalana ha metido a Cataluña y por lo tanto a España en un proceso Revolucionario (o no lo es un proceso de ruptura o de segregación territorial) entregando además el poder a un partido radical como ERC y a sus socios de extrema – izquierda antisistema que aparecen como una versión catalana homologable a los postulados y modos de Bidu .
Es el momento por todo ello, de reivindicar la figura histórica de Josep Tarradellas, por su estela histórica (contraponiéndola al uso partidista que ahora hacen de la estelada), por el carácter integrador de su presidencia, por su altura moral, por ser capaz de salir de un larguísimo exilio espartano y lleno de penurias, sin odio ni rencor, sino por el contrario con las manos limpias y la esperanza en pie. Así pudo un 23 de octubre del año 77 exclamar desde el balcón de la Plaza de San Jaume: “Ciudadanos de Cataluña” y no solo catalanes, reconociendo así la pluralidad de la sociedad catalana. La aprobación del estatuto Sau coincidió con Antonio Fontán como ministro de Administración Territorial. Personas con el conocimiento de la historia , la altura personal , el respeto social concitado , la experiencia y la voluntad real de entendimiento parecen hoy necesarias .
Bien habrá que volver a plantear diálogos sobre bases reales, entendimientos sobre lo posible no sobre lo imposible, acuerdos sobre los verdaderos problemas no sobre iluminaciones. Hechos, datos y no tergiversaciones de la historia y de la política. Todo ello a través del debate cívico, abierto y razonable, que se debe producir en la sociedad. Con buenas formas, con alturas de miras, con afecto, con buen tono y con tacto que alguien dijo que era la inteligencia del corazón. Con sabiduría lo expreso Baltasar Gracián “fuerte es la verdad, valiente la razón, poderosa la justicia pero sin el buen ánimo todo se desluce así como con él todo se adelanta “
La verdadera realidad – como siempre decía Fontán - es que existe una Nación, la Nación española, una Comunidad de vida, con una Historia compartida y una Cultura Común en la que nos reconocemos. Una Nación que en su propia morfología es plural, forjada a través de la convivencia, pero también en los éxitos y en los fracasos, en luchas y en tensiones históricas. Como bien dijo Ignacio Camacho en un brillante artículo el 12 de octubre en el AbC titulado “La energía de las Naciones “.” Una Nación no se inventa en un arrebato ni se destruye en un delirio porque hay fuerzas que la sujetan según la ley de gravitación histórica. Quizás el gran error del secesionismo catalán sea el de minusvalorar la energía telúrica que cohesiona la Nación española “. Son tiempos para la defensa de la Nación, de reivindicar su raíz liberal que alumbra la Constitución de Cádiz de 1812 y cuyo espíritu y principios también también están presentes en la Constitución de 1978 . En ambas se afirma con contundencia el Principio de Soberanía Nacional , que garantiza la igualdad de Derechos de todos los ciudadanos ante la Ley . Por lo tanto la soberanía no es divisible al recaer en el conjunto del pueblo español , no pudiéndose consiguientemente fragmentar el status de Ciudadanía . Otro vez como en otros momentos de la historia de España la Fractura frente a la unidad , la defensa del pluralismo social de los liberales , frente al uniformismo de los absolutistas , los privilegios frente a la igualdad de derechos , la imposición frente al diálogo , los que reclaman solo lo suyo frente a la defensa de los intereses de toda la Nación .
En fin, volviendo a Fontán allí en la UCD en 1982 acabó su militancia política aunque su quehacer político continuase a través de la Opinión y el Consejo.
Pero el compromiso con España seguía vigente. Como bien dijo Winston Churchill “Ni el éxito es definitivo, ni el fracaso fatídico lo que cuenta es el valor para continuar”.
El Patriotismo:
Creo que en su Patriotismo se compilan bien las Virtudes Cívicas de D. Antonio. Aunque en el prontuario de su actuación política aparecen como fundamento de su acción política: el liberalismo político, el humanismo cristiano y el patriotismo español valores principistas sobre los cuales fundó la publicación Nueva Revista.
El Patriotismo de Fontán tiene su base en la responsabilidad moral, y que se manifiesta en el deber inexcusable con la Nación, en su afán de servicio que empuja a actuar, con voluntad firme y compartida de superación nacional para estar a la altura de la responsabilidad que exigen los tiempos. Todo este esfuerzo estaba encauzado a que España recuperase un proyecto histórico y volviese a ser una Nación respetada en el mundo.
Se trata de un patriotismo realista, constructivo, conciliador, integrador, claro y profundo, leal con el legado moral e histórico recibido de las generaciones pasadas (España y toda su historia con todos sus valores espirituales y éticos) y proyectado a un futuro mejor, a una esperanza nacional compartida.
No parte el patriotismo de Fontán “de una crítica acerba y un reconocimiento valeroso del enorme fracaso español” como el que inspiraba a Ortega. No era ese el Ortega en el que más se reconocía. Fontán prefería el Ortega que recomendaba “licenciar las palabras recibidas”, “los credos agónicos”, “la cordillera de tópicos falsos e insuficientes” que tanto daño han hecho a nuestra convivencia, tanta energía inútil han malgastado y dilapidado en una España exenta de ideales unificadores.
El patriotismo que requerirá España era el del quehacer diario, la obra bien hecha, la tarea propia sumada al esfuerzo común que contribuya a mejorar el porvenir nacional y reorganizar la esperanza española.
Se necesitaba para hacer todo esto fortaleza moral y un sentido elevado y transcendente de la existencia humana, era necesario un gran valor y coraje, un compromiso grave con los anhelos nacionales. Como dijo Churchill “el precio de la grandeza es la responsabilidad”. D. Antonio fue un verdadero patriota toda su vida como acreditan sus obras, su balance de realidades, reflejo fiel de una fe inconmovible en la misión con la que sentía moralmente comprometido y de la incombustible esperanza de contribuir a legar una España a la altura de su mejor Historia. |
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